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domingo, 27 de fevereiro de 2011

O botox do ditador (bolivariano): tirano narciso...

Não havia pensado nisso, mas o tirano de Tripoli realmente deve usar botox. Já repararam se Chávez seguiu pelo mesmo caminho?
Ele está, pelo menos, mais gordinho, mas isso eu atribuo ao colete para-balas embaixo da camiseta vermelha, bolivariana...
Paulo Roberto de Almeida

Columnistas
El botox y la democracia
Alfonso Oramas Gross
El Universal (Guaiaquil, Equador), sábado 26 de febrero del 2011

Fidel Castro rinde homenaje a su liderazgo histórico, Daniel Ortega lo denomina “su hermano en la Jamahiriya, en el Alba y el Poder de los Pueblos”, Hugo Chávez lo proclama “soldado revolucionario, líder del pueblo libio, líder de los pueblos de África y líder también para los pueblos de América Latina”, agregando que lo que es Bolívar para nosotros, lo es él para el pueblo libio. Así es. Muamar Gadafi, el hermano en el Poder de los Pueblos, el Bolívar de los pueblos árabes, es todo eso pero también y sobre todo, un tirano megalómano y asesino que trata de reprimir a punta de fuego y bombardeos, con mercenarios y sin merced y –por lo que se sabe– sin mucho éxito, la rebelión de su pueblo.

A estas alturas, la rebelión libia no tiene punto de retorno, más allá de que el dictador se haya dirigido ayer a sus simpatizantes diciendo “salid a las calles, divertiros, Muamar Gadafi es uno de los vuestros”; supongo que en tan estrafalaria mente, la diversión consista en dar bala a sus adversarios, mientras que a lo lejos Chávez lo sigue respaldando en su cuenta Twitter, proclamando ¡Viva la Independencia de Libia! Se necesita ser o demasiado cínico o demasiado cretino para no percibir el repudio de un pueblo hacia un tirano, que pensó que nunca le llegaría la hora. De paso y para que nos sirva de lección, la absoluta censura que impone el gobierno libio a través del control de los medios de comunicación impone una verdad mutilada, pese a lo cual Gadafi perderá su última batalla.

Por cierto, no hay revolución en el mundo árabe que ponga más sensible a unos cuantos líderes latinoamericanos que la rebelión libia, pero no por las exaltaciones ridículas realizadas en términos eufóricos por los gobernantes citados, sino porque en realidad el proyecto político de Gadafi, su presencia como líder supremo y su permanencia por décadas en el poder, forman parte del modelo e inspiración de cierta melosa izquierda latinoamericana y, si tienen alguna duda, sería interesante que revisen el Libro verde escrito por Gadafi con sus proclamas revolucionarias y su rechazo a la democracia liberal moderna, sustituyéndola por una democracia directa participativa (se acuerdan de la tesis que aquí se sugirió de que la democracia representativa ya no servía), la llamada “Jamahiriya” o gobierno de las masas que supuestamente permitiría que el pueblo, siempre el pueblo, finalmente dirija su destino a través de consejos populares que, finalmente, nunca lograron maquillar el control absoluto que Gadafi ha ejercido sobre las instituciones de su país.

No debería sorprender que el presidente venezolano haya caído en la aberración de comparar a Gadafi con Bolívar, imagínense ustedes, Bolívar con Gadafi, pero en el fondo, esa comparación es lo de menos, lo que realmente debemos tomar en cuenta es que para justificar proyectos totalitarios, desde hace algún tiempo se viene vendiendo a nuestros pueblos la tesis que formas despóticas de gobierno, como la libia, son simplemente vías distintas que tienen los pueblos de vivir la democracia, que nuestra limitada y cerrada mentalidad no alcanza a entender y respetar. Bajo ese análisis, la democracia debería aprender del camaleón o, lo que es peor, acostumbrarse tal como lo hace Gadafi, a inyectarse botox.

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