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domingo, 19 de junho de 2011

Brasil-UE: a tal de relacao estrategica (tem muitas...)

Preocupaciones brasileñas
JOSÉ IGNACIOTORREBLANCA
El País, 17/06/2011

La cuestión no es si Brasil es socio estratégico para la UE, que lo es, sino si la UE es socio estratégico para Brasil

Escribo desde Brasilia, un festival de arquitectura y urbanismo que provoca sensaciones encontradas. Se celebra el XVIII Foro Brasil-Europa y he venido a encontrar la respuesta a una pregunta aparentemente sencilla. Brasil, dicen los documentos oficiales que se manejan en Bruselas, es un socio estratégico para la UE. Que la UE se fije en Brasil es fácil de entender: es ya la octava potencia económica del mundo, habiendo sobrepasado a miembros tradicionales del G-7 como Canadá e Italia, y va camino de convertirse en la quinta. Aquí, el efecto de la crisis ha sido tan leve como increíble el efecto rebote posterior: en 2010 el país creció a un 7.5%, así que lo que en realidad preocupa es un posible sobrecalentamiento de la economía. Brasil tiene algunas cosas de las que los europeos carecemos: una población joven, ingentes recursos naturales, una cesta energética en la que hasta el 40% de su consumo tiene su origen en energías renovables y un entorno geopolítico completamente favorable, pues carece de rivales o enemigos de peso. Para colmo de la envidia, tiene un superávit comercial con China, algo que en Europa cuesta siquiera imaginar. Estamos pues ante una potencia económica, energética y medioambiental de crucial importancia para la Unión Europea.

De todos los BRIC (Brasil, Rusia, India y China), Brasil es el más afín a Europa; además es una democracia y tiene una economía de mercado abierta, lo que no todos los BRIC pueden decir. Como dicen algunos aquí, Brasil es el "extremo Occidente", así que, al menos en teoría, deberíamos jugar en el mismo equipo. La cuestión no es entonces si Brasil es un socio estratégico para la UE, que lo es, sino si la UE es un socio estratégico para Brasil. Para responder a esta pregunta me ha parecido primero necesario averiguar qué quiere Brasil y qué le preocupa. Con las entrevistas que he hecho en el Ministerio de Exteriores brasileño y las ponencias de los participantes he elaborado una lista de preocupaciones.

Por un lado, les preocupa que la UE esté dejando pasar la oportunidad de cerrar las negociaciones comerciales con Mercosur. La presidencia española de la UE desbloqueó las negociaciones, pero los avances han sido escasos, cosa que atribuyen al proteccionismo agrícola de la UE y a los ciclos electorales europeos. También están preocupados por las no-admisiones de turistas brasileños a territorio Schengen y las condiciones, dicen que humillantes, en las que se gestionan estas repatriaciones. De igual forma, protestan por el bloqueo europeo a las exportaciones de etanol (Brasil es el primer exportador mundial), así como por la indiferencia de los europeos a la hora de calcular el impacto de sus regulaciones sobre la industria brasileña (se cita como ejemplo la directiva REACH sobre productos químicos, cuyas 273 páginas de normas obligan a las empresas brasileñas a invertir ingentes recursos en entender cómo aplicarla correctamente).

Otra preocupación es que los organismos internacionales estén llenos de europeos y que estos les presionen para secundar sus posiciones sin a cambio satisfacer los objetivos brasileños. Brasil ha hecho del logro de un asiento permanente en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas un elemento central de su política exterior, pero los europeos no apoyarán esa demanda mientras siga prefiriendo alinearse con Rusia y China antes que con ella en las votaciones. Brasil se abstuvo en la votación del Consejo de Seguridad de la ONU sobre Libia. Lejos de arrepentirse, los brasileños señalan que los bombardeos de la OTAN sobre Trípoli en busca de Gadafi exceden el mandato original de la Resolución 1.973 y confirman que hicieron lo adecuado.

Pero si algo preocupa de verdad aquí es la desindustrialización. Brasil lo ha apostado prácticamente todo a la exportación de materias primas: además de dos millones de barriles de petróleo, el país es el primero del mundo en exportaciones de café, azúcar, tabaco y vacuno, y segundo en exportaciones de soja. Aunque China compra una gran parte de esas materias, a cambio inunda su mercado de manufacturas baratas con un yuan artificialmente devaluado, lo que tiene el efecto de hundir la industria nacional y desplazar los productos brasileños de sus mercados naturales latinoamericanos, también por cierto de los africanos (nótese que en la última década Brasil ha quintuplicado su comercio con África y abierto 35 nuevas embajadas). Esta lista de preocupaciones, tan diferente de las nuestras, es la madeja que Europa tiene que desenredar si quiere ser escuchada por Brasil. Hacerlo no parece precisamente fácil, pero sí inevitable si se quiere ser estratégico para Brasil.

Twitter: @jitorreblanca

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