O que é este blog?

Este blog trata basicamente de ideias, se possível inteligentes, para pessoas inteligentes. Ele também se ocupa de ideias aplicadas à política, em especial à política econômica. Ele constitui uma tentativa de manter um pensamento crítico e independente sobre livros, sobre questões culturais em geral, focando numa discussão bem informada sobre temas de relações internacionais e de política externa do Brasil. Para meus livros e ensaios ver o website: www.pralmeida.org. Para a maior parte de meus textos, ver minha página na plataforma Academia.edu, link: https://itamaraty.academia.edu/PauloRobertodeAlmeida;

Meu Twitter: https://twitter.com/PauloAlmeida53

Facebook: https://www.facebook.com/paulobooks

Mostrando postagens com marcador crise política. Mostrar todas as postagens
Mostrando postagens com marcador crise política. Mostrar todas as postagens

quinta-feira, 29 de dezembro de 2022

Venezuela: sem sinal para o final da crise econômica, social e política: a maior fuga emigratória da AL em todos os tempos

 Venezuela: The challenge of migrating again

GZero Signal Newsletter, Dec 27/12/2022

Since strongman President Nicolás Maduro responded with an iron fist to widespread protests in 2014 over shortages of goods and sky-high inflation, Venezuela has been subject to more severe US economic sanctions that have put its already-struggling economy on life support. (One of the first sanctions was imposedby the Bush administration in 2006 over Caracas’ failure to crack down on drug trafficking and terrorism.) 

As a result of the economic and political crises gripping the country, more than 7 million Venezuelans have fled since 2015, making it one of the world’s largest migrant crises. For those who stayed behind, their quality of life is abysmal: Joblessness is rife, the medical system is in tatters, and more than 67% live in extreme poverty. Meanwhile, most of those who fled sought refuge in Latin America, mainly in Colombia, where they have struggled to find jobs – forcing many women to resort to sex work or even to sell their hair to survive. 

But 2022 brought fresh challenges for Venezuela's migrant population. Global inflation has disrupted Latin America’s gig economy, which many Venezuelan migrants rely on to get by. As a result, thousands have been forced to uproot their lives – again – resulting in new migration routes to North America.

Consider that in the first 10 months of this year, Venezuelans accounted for 70% of people who trekked through the Darien Gap, a perilous crossing between Colombia and Panama that’s submerged in dense jungle and swarming with drug cartels and guerrilla groups. The US recently lifted some sanctions on Venezuela's oil sector in a bid to offset losses from Russia. But Washington is still a long way off from reaching any agreements with the Maduro regime that would rescue Caracas’ economy.

segunda-feira, 20 de setembro de 2021

“No llores por mi, Argentina”, outra vez? - El País, La Nación

 As coisas vão mal no hermano país; não bastasse uma linda crise econômica— os argentinos têm pós-doc em crises —, eles agora também não têm governo, pois como se sabe era a vice-presidente quem presidia. Nem ela conseguiu evitar a derrota eleitoral… (PRA)

El País, Madri – 18.9.2021

La pelea entre Alberto Fernández y Cristina Kirchner paraliza a Argentina

Federico Rivas Molina y Mar Centenera

 

Buenos Aires - La pelea abierta entre Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner tiene paralizada a Argentina. Un día después de la renuncia de todos los ministros y altos cargos que representan a la vicepresidenta en el Gabinete, el presidente publicó este jueves un largo hilo en Twitter donde advierte de que es él quien toma las decisiones. “La gestión seguirá desarrollándose como yo estime conveniente”, escribió, y “no es tiempo de plantear disputas”. Cristina Kirchner le recordó más tarde en una carta pública que fue ella quien lo postuló para presidente en 2019. “Sólo le pido que honre aquella decisión”, le dijo.

La debacle electoral en las primarias del domingo, en la que los precandidatos del peronismo unido perdieron en 18 de los 24 distritos del país, terminó por catalizar una crisis soterrada de palacio que condiciona la marcha del Gobierno, agrava la crisis económica, espanta a los votantes y da alas a la oposición conservadora. Cristina Kirchner exigió el lunes tras la derrota cambios en el Gabinete como primera medida para recuperar al electorado perdido. La crisis escaló cuando el Fernández se negó.

Nunca hasta ahora las cabezas del Ejecutivo argentino se habían enfrentado tan abiertamente. Alberto Fernández se refirió a la “altisonancia y la prepotencia” de algunos dirigentes, sin nombrar a su rival, e hizo una defensa de su Gobierno. “Seguiré garantizando la unidad del Frente de Todos a partir del respeto que nos debemos”, dijo. Kirchner se tomó apenas unas horas para responderle.

 “Al día siguiente de semejante catástrofe política [por las elecciones del domingo], uno escuchaba a algunos funcionarios y parecía que en este país no había pasado nada, fingiendo normalidad y, sobre todo, atornillándose a los sillones. ¿En serio creen que no es necesario, después de semejante derrota, presentar públicamente las renuncias y facilitarle al Presidente la reorganización de su Gobierno?”, escribió Cristina Kirchner. “No soy yo la que jaquea al presidente, es el resultado electoral”, agregó.

Argentina es espectadora ahora del pulso de las dos fuerzas en pugna. El origen de las tensiones hay que buscarlo en la decisión de Cristina Fernández de Kirchner de promover a su exjefe de gabinete Alberto Fernández como candidato a presidente en 2019, con ella como vice. Se sumó a aquel binomio Sergio Massa, un dirigente que había vencido al kirchnerismo en la provincia de Buenos Aires y que ahora completaba la unidad total del peronismo. La estrategia resultó, y Alberto Fernández impidió en las urnas la reelección de Mauricio Macri. Pero la tensión entre un presidente sin votos pero con el poder formal y una vicepresidenta sin poder formal pero con votos lastraron los dos primeros años de Gobierno. Hasta que todo estalló por los aires con la debacle en las primarias del 12 de septiembre, una elección que elige a los candidatos que disputarán una banca en el Congreso el 14 de noviembre próximo.

 

*

 

La Nación, Buenos Aires – 18.9.2021

La carta de Cristina Kirchner que dinamita al Frente de Todos

Rompió toda negociación, al reprobar sin atenuantes la política económica de Alberto Fernández y acusarlo de operar contra ella; el repunte electoral que el peronismo soñaba parece hoy una utopía

Martín Rodríguez Yebra

 

Aturdida por el voto popular que desnudó los límites de su poder, Cristina Kirchner cometió un acto de autodestrucción política bajo el imperio de una emoción violenta. La idea de plantearle el miércoles un ultimátum público a Alberto Fernández para que se sometiera a su voluntad fue dinamita pura en los cimientos del Frente de Todos. La carta que publicó esta noche en medio de la crisis parece la carga definitiva sobre la coalición peronista que los argentinos eligieron para gobernar hasta 2023.

Dejó todo a la luz. “No podíamos ganar”, confiesa. Lo atribuye a una “política de ajuste fiscal equivocada” que ella, en sus palabras, se cansó de advertir ante un Presidente que se negaba a verlo. La fuerza de la palabra escrita agiganta el impacto de su acusación de que el entorno de Fernández hace operaciones mediáticas en su contra, la revelación de los nombres que pidió para asumir como ministros y el desdén con el que alude, sin nombrarlo, al jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, cuando pone: “Al día siguiente de semejante catástrofe política, uno escuchaba a algunos funcionarios y parecía que en este país no había pasado nada, fingiendo normalidad y, sobre todo, atornillándose a los sillones”.

La reacción de la vicepresidenta sucede a unas declaraciones previas de Fernández en Página 12, en las que alude a un supuesto acuerdo por la reforma del Gabinete que ella habría incumplido con las renuncias en masa que inició el miércoles Wado de Pedro. “Con presiones no me van a obligar”, fue la frase desafiante que le dedicó su criatura presidencial.

Los intentos de alcanzar un acuerdo para desescalar la crisis en marcha parecían un mal chiste al caer la noche en Buenos Aires. Cristina acelera hacia lo desconocido, sin reparar ni en lo inverosímil que resulta ahora un repunte electoral en noviembre ni en las condiciones en que deja al Gobierno. Ya es una cuestión personal.

En las trincheras del albertismo retumba desde ayer la palabra “traición”. De Pedro propició una cascada de renuncias que llegaron a los medios de comunicación antes que al despacho presidencial. En el manual del kirchnerismo eso constituye una declaración de guerra: así se lo habían hecho saber a Martín Guzmán en mayo, cuando quiso echar a través del periodismo al subsecretario de Energía Eléctrica, Federico Basualdo.

El estupor es indisimulable en la Casa Rosada y en la quinta de Olivos en estas horas de indefinición y versiones cruzadas. Sus habitantes le gritaban “destituyente” a Mauricio Macri porque dijo sin mucho cuidado aquello de “o cambian o se van a tener que ir”.

 

Los hechos propios ridiculizan las palabras ajenas.

 

Cristina habló con Alberto el martes, en una reunión hermética en Olivos, sobre una reformulación urgente del gabinete y de la política de Guzmán. Fernández retrata ese episodio sin testigos como un encuentro fructífero. Cristina transmite algo distinto. “Habían transcurrido 48hs sin que se comunicara conmigo y me pareció prudente llamarlo y decirle que tenía que hablar con él. Deje pasar 48hs deliberadamente, para ver si llamaba”, relata, en una frase que expone cómo concibe su relación con el Presidente. Blanquea ahí que pidió al gobernador de Tucumán, Juan Manzur, alguien que no cuenta con su cariño, en lugar de Cafiero. Fernández se resistía a cesar a su mano derecha.

El desencuentro a puertas cerradas derivó en un escandaloso espectáculo público. El Gobierno se desayunó el miércoles con las renuncias en bloque del gabinete de Santa Cruz y de Buenos Aires, los dos territorios donde Cristina ejerce sin limitaciones su voluntad (en la Provincia finalmente Axel Kicillof no le aceptó a nadie la dimisión). Al mediodía, Fernández reivindicó a Guzmán en un acto en la Casa Rosada y le cedió la palabra para que diera un discurso amablemente provocador, en el que dijo que todas las medidas que tomó contaban con el respaldo de Cristina, Kicillof, Máximo y Sergio Massa. El dedo en la llaga. Por eso la vicepresidenta se encargó en la carta de recordar que ella viene marcando desde hace meses su desacuerdo con el rumbo económico.

De Pedro disparó la primera renuncia apenas después. El sacudón puso a Fernández ante una encrucijada apremiante. Se rinde y entrega los últimos jirones de su autoridad presidencial o se sumerge a la dimensión desconocida de gobernar sin el kirchnerismo, en un estado de minoría angustiante. Decidió parar el reloj. En parte es su costumbre patear los conflictos para adelante. Pero en este caso -casualidad o estrategia- el tiempo podía jugarle un poco a su favor: el Frente de Todos es una familia mal ensamblada en la que la amenaza de ruptura toca los intereses de muchos actores relevantes. Más que nunca cuando hay elecciones legislativas en el horizonte cercano. Con el correr de las horas empezaron a llegar apoyos de gobernadores, diputados, intendentes y sindicalistas. La sangría de renuncias se detuvo, en un impasse dramático. ¿Cuánto más podría demorar una definición?

Cristina Kirchner nunca imaginó que justo ahora Alberto fuera a empacarse. En su entorno, consideran que debe “allanarse”. Lo culpan de llenar el gabinete de amigos sin capacidad de conducción política (apuntan sobre todo pero no únicamente a Cafiero) y de validar el ajuste del gasto que promovió Guzmán en su camino por pactar con el FMI. El impactante audio viral de la diputada Fernanda Vallejos, en el que trata al Presidente de “enfermo”, “mequetrefe” y “okupa”, retrata la virulencia que condimenta el desacuerdo. La pluma de Cristina ratifica que no se trató de un exabrupto aislado. Le recordó sin piedad que es presidente gracias a ella: “Le pido que honre esa decisión”.

El durísimo audio de una diputada kirchnerista sobre Alberto Fernández

La presión kirchnerista para hacer cambios urgentes respondía al miedo a que en noviembre fuera demasiado tarde para torcer el rumbo. Vislumbraban dos caminos contradictorios, igual de preocupantes:

* Que sin una reacción clara el resultado de las legislativas fuera otra paliza que dejara al Gobierno en minoría en las dos cámaras, maniatado y con el “boleto picado” de cara a 2023.

* Que con algunos ajustes en la campaña, ciertas medidas de estímulo y un mayor compromiso militante de la dirigencia peronista el Frente de Todos pudiera mejorar algo sus números y que eso pudiera ser interpretado por Fernández como una validación de su equipo y sus políticas. Es decir, que todo siguiera más o menos igual, en vuelo crucero hacia un fracaso dentro de dos años.

La lógica de Cristina el miércoles fue atacar en caliente para forzar los cambios ahora. ¿Midió las consecuencias de arrojar semejante misil? El silencio presidencial, las reacciones peronistas y la perplejidad de la opinión pública descolocaron a los promotores de la ofensiva. La vicepresidenta intuyó que el Gobierno le estaba tirando a la gente en contra. Lo acusa sin eufemismos al vocero presidencial, Juan Pablo Biondi. Ya el miércoles había sido llamativo el interés de la propia vicepresidenta por difundir que había llamado a Guzmán para explicarle que no pedía su cabeza. Temía que la señalaran ante un eventual temblor financiero. Lo ratificó en su texto, cuando señala que confía “sinceramente” que Fernández y Guzmán se van a sentar a revisar los números del presupuesto para moderar el ajuste. Y se encargó de aclarar que no pide cosas irracionales, como sugieren sus rivales internos: “No estoy proponiendo nada alocado ni radicalizado”.

Los caminos posibles

Emisarios de distintos sectores intentaron una mediación entre Alberto y Cristina, de momento trabada por el orgullo. “La gestión de gobierno seguirá desarrollándose del modo que yo estime conveniente. Para eso fui elegido”, tuiteó al mediodía el Presidente. Como quien dice “mando yo”. Edulcoró el mensaje al enfatizar su vocación de mantener unida la coalición.

 

Para acessar a íntegra: https://www.lanacion.com.ar/politica/la-debilidad-de-cristina-kirchner-y-el-peligro-de-una-implosion-del-frente-de-todos-nid16092021/

 

quinta-feira, 9 de setembro de 2021

As MENTIRAS da Declaração presidencial - Jair Bolsonaro (ARGH!) e Paulo Roberto de Almeida

 Meus comentários a esse estrupício de Declaração. Não posso acreditar que o homem das mesóclises tenha sido o redator dessa carta. Não é possível: se foi ele, piorou muito.

Paulo Roberto de Almeida

 

Declaração à Nação

 

No instante em que o país se encontra dividido entre instituições é meu dever, como Presidente da República, vir a público para dizer:

1. Nunca tive nenhuma intenção de agredir quaisquer dos Poderes. A harmonia entre eles não é vontade minha, mas determinação constitucional que todos, sem exceção, devem respeitar. 

MENTIRA!

2. Sei que boa parte dessas divergências decorrem de conflitos de entendimento acerca das decisões adotadas pelo Ministro Alexandre de Moraes no âmbito do inquérito das fake news. 

O Ministro Moraes não tem nenhum problema de entendimento.

3. Mas na vida pública as pessoas que exercem o poder, não têm o direito de “esticar a corda”, a ponto de prejudicar a vida dos brasileiros e sua economia. 

QUEM ESTICOU A CORDA É QUEM ASSINA ESTA NOTA.

4. Por isso quero declarar que minhas palavras, por vezes contundentes, decorreram do calor do momento e dos embates que sempre visaram o bem comum. 

MENTIRA! NUNCA VISARAM O BEM COMUM, só o interesse do próprio.

5. Em que pesem suas qualidades como jurista e professor, existem naturais divergências em algumas decisões do Ministro Alexandre de Moraes. 

Não adianta elogiar agora; pode dizer quais são as “naturais divergências”.

6. Sendo assim, essas questões devem ser resolvidas por medidas judiciais que serão tomadas de forma a assegurar a observância dos direitos e garantias fundamentais previstos no Art. 5º da Constituição Federal. 

É o que faz o Ministro Moraes.

7. Reitero meu respeito pelas instituições da República, forças motoras que ajudam a governar o país. 

MENTIRA! Não tem respeito nenhum.

8. Democracia é isso: Executivo, Legislativo e Judiciário trabalhando juntos em favor do povo e todos respeitando a Constituição. Até agora o autor da Nota não o fez.

9. Sempre estive disposto a manter diálogo permanente com os demais Poderes pela manutenção da harmonia e independência entre eles. 

MENTIRA!

10. Finalmente, quero registrar e agradecer o extraordinário apoio do povo brasileiro, com quem alinho meus princípios e valores, e conduzo os destinos do nosso Brasil

Essa mensagem se destina à sua tropa!

DEUS, PÁTRIA, FAMÍLIA

Jair Bolsonaro

Presidente da República federativa do Brasil

 

 

domingo, 15 de agosto de 2021

O Grande Capital já não aguenta mais Bolsonaro - Marcos Strecker (ISTOÉ)

 PIB dá a resposta

Marcos Strecker

ISTOÉ, 13/08/21

 

Nomes de peso da economia manifestam a maior insatisfação com Bolsonaro desde sua chegada ao poder. O agravamento da crise deve aumentar o afastamento

 


INDIGNADO Guilherme Leal, da Natura, diz que questionar as eleições é “totalmente inaceitável” (Crédito: Adriano Vizoni)


O governo Bolsonaro perde popularidade em praticamente todos os segmentos e vê sua sustentação política evaporar. Mas, até o início do ano, ainda contava com a boa vontade dos empresários, que confiavam na agenda liberal de Paulo Guedes e na promessa de retomada econômica. Esse apoio sofreu fissuras desde o início do ano, quando ficou evidente que o descalabro na compra de vacinas iria frear a recuperação dos negócios. E o afastamento chegou a um ponto de quase ruptura com a escalada do governo contra as urnas eletrônicas.

 

“Os investidores daqui e de fora que querem apostar na retomada do País estão cada vez mais desconfiados”



“Essa escalada precisa acabar para que a gente volte a gerar renda” Fernando Pimentel, presidente da Abit (Crédito:Divulgação)

 


Eduardo Sirotsky Melzer, sócio-fundador da EB Capital (Crédito:Carol Carquejeiro)

 

 

Esse foi o duro recado transmitido pelo manifesto “Eleições Serão Respeitadas”, lançado no dia 5 por empresários, banqueiros e economistas, que começou com centenas de nomes e em pouco tempo ultrapassou seis mil assinaturas. Não é comum a presença de grandes representantes do PIB no debate político, mas essa discrição foi superada pela urgência do momento. Guilherme Leal, fundador da Natura e copresidente do Conselho de Administração da empresa, mostrou ser uma das vozes mais indignadas. Ele considerou “totalmente inaceitável” que lideranças questionem a realização das eleições. “Essa escalada precisa acabar para que a gente volte a gerar renda”, defendeu o presidente da Associação Brasileira da Indústria Têxtil e de Confecção (Abit), Fernando Pimentel. Fábio Barbosa, ex-presidente do Santander e da Federação Brasileira de Bancos (Febraban), notou que o manifesto “tem impacto por ser uma manifestação de empresários que normalmente não se manifestam”. Ele foi um dos coordenadores do movimento, que começou com poucas dezenas de pessoas ligadas ao Centro de Debate de Políticas Públicas (CDPP) antes de ganhar a adesão massiva.

 

“Tenho arrepios, como boa parte do mercado, de ver esse arremedo de nacional-populismo crescendo no País” 

 

 

Daniel Goldberg, sócio da Farallon (Crédito:CLAUDIO BELLI)

 

O manifesto reuniu nomes de peso como Luiz Carlos Trabuco, presidente do Conselho de Administração do Bradesco, Pedro Moreira Salles e Roberto Setúbal (Itaú Unibanco), Luiza e Frederico Trajano (Magalu), Walter Schalka (Suzano), Ricardo Lacerda (BR Partners) e José Olympio Pereira (Credit Suisse Brasil). Em março, empresários já haviam divulgado um manifesto cobrando o governo por medidas efetivas de combate à Covid, que ficou conhecido como a “carta dos 500”. Mas, ao contrário dessa iniciativa, que serviu para forçar o governo a acelerar a compra de vacinas, o manifesto pró-democracia, lançado no mesmo momento em que o TSE e o STF passaram a tomar medidas concretas para conter as investidas antidemocráticas, não conseguiu conter a radicalização do governo. Depois que a PEC do voto impresso foi derrubada na comissão especial da Câmara, no dia 6, a matéria voltou ao plenário por pressão do presidente, que organizou um desfile de tanques para aumentar a pressão sobre os parlamentares na última terça-feira. Mesmo com uma nova derrota nesse dia, Bolsonaro voltou a levantar suspeitas sobre as urnas eletrônicas.

 

“O ano de 2022 é uma zona de incerteza. O que está em jogo não é mais a economia, mas a democracia” 

 

Ana Carla Abrão, economista (Crédito: Ruy Baron/Valor )

 

Além da indignação com a ameaça antidemocrática, o combustível para a insatisfação é a percepção de que o governo Bolsonaro leva a economia a um impasse. Guedes já não consegue mais convencer que vai manter uma pauta coerente de respeito aos bons fundamentos econômicos, pois os programas eleitoreiros de Bolsonaro viraram a prioridade. A paralisia com as privatizações, o calote nos precatórios, a reforma açodada do Imposto de Renda, a pauta antiambiental e a crise energética que colocou o País na iminência de novos apagões são fatores que afastam os empresários dos braços do governo. Isso é sentido especialmente no setor de fundos de investimentos, que lida com as expectativas futuras e com a visão que players do exterior.

 

“Tenho arrepios, como boa parte do mercado, de ver esse arremedo de nacional-populismo crescendo no País. Essa combinação de blindados na rua, insinuações nas redes sociais e intimidação por meio de milícias digitais me lembra episódios tenebrosos do passado”, diz o empresário Daniel Goldberg, que é sócio da Farallon, uma das maiores gestoras de fundos do mundo, com US$ 20 bilhões em ativos. “Este governo ataca permanentemente as instituições democráticas, ao invés de endereçar os problemas verdadeiros e urgentes que o País enfrenta”, acrescenta Marcos Lederman, ex-diretor do banco Credit Agricole e sócio-fundador da JointVest. “Mais do que inadequada, a situação traz instabilidade ao Brasil, porque os investidores daqui e de fora que querem apostar na retomada do País estão cada vez mais desconfiados”, concorda Eduardo Sirotsky Melzer, da EB Capital, gestora com R$ 3,5 bilhões em ativos no País. A falta de paciência cresce. A perpetuação da crise em três frentes – institucional, sanitária e econômica – pode deteriorar ainda mais o ambiente de negócios e selar o divórcio do PIB com o presidente. Essa ruptura ainda não aconteceu, mas o tom do manifesto foi de ultimato. “O ano de 2022 já é uma zona de incerteza, com a alta da inflação, o desemprego, as preocupações fiscais e o Auxílio Brasil, que é mais um jeito de turbinar votos do que uma ajuda para quem precisa. A questão é que o que está em jogo não é mais a economia, mas a defesa da democracia”, resume Ana Carla Abrão, head do escritório da Oliver Wyman no Brasil.


sexta-feira, 13 de novembro de 2020

Mini-reflexão sobre os impasses do Brasil - Paulo Roberto de Almeida

 Quanto falta para trocarmos o caminho do declínio pela vereda da reconstrução?

Paulo Roberto de Almeida 

Populistas surgem em momentos de stress político ou de crise econômica, em quaisquer países. 

Foi o caso do Brasil entre 2013 e 2018: a resposta não poderia ter sido pior, pois se elegeu um despreparado, fanfarrão, mentiroso e perverso. 

Existem remédios na democracia para se corrigir o equívoco, embora a chave esteja no Congresso. 

É uma verdade elementar que o principal problema brasileiro é a corrupção política, mas ademais da ignorância geral do eleitorado brasileiro (suscetível, portanto, de votar por demagogos e populistas), um dos lados do problema está no comportamento predatório das elites, desde sempre, sobretudo dos que financiam políticos corruptos. 

Não será fácil resolver esse problema e poucas sociedades o fizeram de modo consensual por reformas progressivas. Muitas apenas depois de grandes crises ou declínios prolongados, como parece ser o caso da China. 

A Argentina, ao nosso lado, ainda não o conseguiu. O Brasil ainda não tomou consciência de seus problemas principais e não existe diagnóstico consensual, a despeito de bons estudos a respeito deles: talvez estejamos, por enquanto, mais do lado da Argentina do que da China. 

O atraso se mede em gerações perdidas: no nosso caso podem ser duas ou mais. 

Reflitam...

Paulo Roberto de Almeida 

Brasília, 13/11/2020

Addendum:

No ciclo normal da política, presidentes fracassados como Trump e Bolsonaro seriam simplesmente destinados ao limbo, ao “oblivion” da sociedade.

Ocorre que personalidades perversas e egocêntricas, próximas do comportamento psicopata, não se convencem do seu fracasso.

Daí que se fala em trumpismo ou bolsonarismo, que para mim são equívocos conceituais de jornalistas e de cientistas políticos, pois tais fenômenos não correspondem a nenhuma formulação coerente ou racional de alguma doutrina ou movimento organizado, apenas a frustrações e “grievances” reais com problemas sociais não resolvidos pelo sistema político governamental.

Em síntese, é a falta de estadistas na sociedade, que é a sua incapacidade de encontrar uma liderança capaz de realizar a síntese desses problemas, oferecer um diagnóstico lúcido da situação e expor claramente à sociedade o que fazer.

Não é facil, pois a maioria do povo quer respostas simples a problemas complexos, ou mais exatamente que outros, geralmente o Estado e suas instituições, resolvam esses problemas.

Este é o nó dos problemas das sociedades, que só se resolvem, a termo, com boa educação. Esta demora, e pode não chegar, pois como sabemos todos nascemos como tábula rasa.

Desculpem o realismo.

Paulo Roberto de Almeida

sexta-feira, 17 de maio de 2019

Bolsonaro tenta ser Janio 2.0 e divulga um texto IRRESPONSÁVEL - (Estadão)

Eu já desconfiava que estávamos sendo governados por uma família de loucos, ou de irresponsáveis, ou ambos. Agora tenho certeza. 
Apenas um irresponsável pode divulgar um texto (de um autor supostamente desconhecido, mas bem conhecido da BolsoFamiglia, que o recebeu, aceitou-o e o acolheu como seu), como o transcrito ao final desta matéria, e achar que fica tudo normal, que isso vai intimidar os "inimigos da democracia bolsonariana", e que o presidente voltará a ter, ou terá de fato, o poder de governar sem as demais instituições dos regimes democráticos.
Apenas um presidente incapaz divulga um "texto de autor desconhecido", altamente explosivo, declarando concordar com os seus termos.
O presidente quer dar um golpe? 
Não conseguirá!
O presidente quer se fazer de vítima?
Só consegue ser patético!
O presidente não consegue governar com o atual sistema partidário e de coalizão presidencial?
Tem a liberdade de propor uma reforma política, e submetê-la ao Congresso.
O presidente quer acabar com a "velha política"? 
Pode expor claramente ao Congresso e à sociedade o que entende por "nova política", e fazer a sua parte, praticando o que prometeu na campanha e ainda não cumpriu: reduzir os ministérios a quinze, acabar com a "TV Lula" e a comunicação de governo, privatizar amplamente, abrir o Brasil, etc.
O que não pode é ficar gestando confusão em cima de confusão, que foi o que mais ocorreu até aqui.
Desde o início do governo, toda a confusão vem sendo criada por sua própria família.
É o governo do "tiro no pé", como já disse alguém.
Volto a dizer: estamos sendo governados por um pequeno grupo de malucos, e o presidente atua como um IRRESPONSÁVEL!
Como sempre, assino embaixo do que afirmo.
Paulo Roberto de Almeida
Brasília, 17 de maio de 2019



Bolsonaro divulga texto de autor desconhecido que fala num Brasil ‘ingovernável’ fora de conchavos

Mensagem no WhatsApp diz que o presidente está sofrendo pressões 

de todas as corporações, em todos os Poderes

Tânia Monteiro, O Estado de S.Paulo
17 de maio de 2019 | 13h13


BRASÍLIA - O presidente Jair Bolsonaro distribuiu, na manhã desta sexta-feira,  17, em diversos grupos de WhatsApp um texto de “autor desconhecido” que trata das dificuldades que ele estaria enfrentando para governar. O texto diz que o presidente está sofrendo pressões de todas as corporações, em todos os Poderes e afirma que o País “está disfuncional”, não por culpa de Bolsonaro, mas que “até agora (o presidente) não fez nada de fato, não aprovou nada, só tentou e fracassou”.
Procurado pelo Estado para comentar sobre a mensagem, o presidente respondeu por meio do porta-voz: “Venho colocando todo meu esforço para governar o Brasil. Infelizmente os desafios são inúmeros e a mudança na forma de governar não agrada àqueles grupos que no passado se beneficiavam das relações pouco republicanas. Quero contar com a sociedade para juntos revertermos essa situação e colocarmos o País de volta ao trilho do futuro promissor. Que Deus nos ajude!”
Ao compartilhar o texto, o presidente escreveu:  “Um texto no mínimo interessante. Para quem se preocupa em se antecipar aos fatos sua leitura é obrigatória. Em Juiz de Fora (06/set/2018), tive um sentimento e avisei meus seguranças: Essa é a última vez que me exporei junto ao povo. O Sistema vai me matar. Com o texto abaixo cada um de vocês pode tirar suas próprias conclusões.”
Interlocutores do presidente ouvidos pelo Estado dizem não saber quantas pessoas receberam a mensagem, mas relatam pedido do presidente para que cada um replicasse o conteúdo. Bolsonaro, de acordo com um dos interlocutores, já começou a receber feedbacks, dizendo que ele “está falando a mais pura verdade”. No entanto, fontes ouvidas pelo Estado consideram o desabafo reproduzido como “muito grave” e “preocupante”.
Uma das fontes chegou a lembrar que o presidente está se deixando tomar pelas “teorias de conspiração”, que dominam os discursos em sua família e que, ao endossar o texto, ele pode provocar sim o que chamou de tsunami, na semana passada, e avisou que estava por vir.
O presidente Jair Bolsonaro desembarcou, nesta manhã, de uma viagem a Dallas, nos Estados Unidos, onde recebeu uma homenagem. Lá, em entrevistas, falou da sua indignação com os ataques aos seus filhos e disse que, se querem atingi-lo, que vão para cima dele.
Leia a íntegra do texto, da forma como o presidente compartilhou em grupos de WhatsApp:
TEXTO APAVORANTE - LEITURA OBRIGATÓRIA
Alexandre Szn
Temos muito para agradecer a Bolsonaro.
Bastaram 5 meses de um governo atípico, "sem jeito" com o congresso e de comunicação amadora para nos mostrar que o Brasil nunca foi, e talvez nunca será, governado de acordo com o interesse dos eleitores. Sejam eles de esquerda ou de direita.
Desde a tal compra de votos para a reeleição, os conchavos para a privatização, o mensalão, o petrolão e o tal "presidencialismo de coalizão", o Brasil é governado exclusivamente para atender aos interesses de corporações com acesso privilegiado ao orçamento público.
Não só políticos, mas servidores-sindicalistas, sindicalistas de toga e grupos empresariais bem posicionados nas teias de poder. Os verdadeiros donos do orçamento. As lagostas do STF e os espumantes com quatro prêmios internacionais são só a face gourmet do nosso absolutismo orçamentário.
Todos nós sabíamos disso, mas queríamos acreditar que era só um efeito de determinado governo corrupto ou cooptado. Na próxima eleição, tudo poderia mudar. Infelizmente não era isso, não era pontual. Bolsonaro provou que o Brasil, fora desses conchavos, é ingovernável.
Descobrimos que não existe nenhum compromisso de campanha que pode ser cumprido sem que as corporações deem suas bênçãos. Sempre a contragosto.
Nem uma simples redução do número de ministérios pode ser feita. Corremos o risco de uma MP caducar e o Brasil ser OBRIGADO a ter 29 ministérios e voltar para a estrutura do Temer.
Isso é do interesse de quem? Qual é o propósito de o congresso ter que aprovar a estrutura do executivo, que é exclusivamente do interesse operacional deste último, além de ser promessa de campanha?
Querem, na verdade, é manter nichos de controle sobre o orçamento para indicar os ministros que vão permitir sangrar estes recursos para objetivos não republicanos. Historinha com mais de 500 anos por aqui.
Que poder, de fato, tem o presidente do Brasil? Até o momento, como todas as suas ações foram ou serão questionadas no congresso e na justiça, apostaria que o presidente não serve para NADA, exceto para organizar o governo no interesse das corporações. Fora isso, não governa.
Se não negocia com o congresso, é amador e não sabe fazer política. Se negocia, sucumbiu à velha política. O que resta, se 100% dos caminhos estão errados na visão dos "ana(lfabe)listas políticos"?
A continuar tudo como está, as corporações vão comandar o governo Bolsonaro na marra e aprovar o mínimo para que o Brasil não quebre, apenas para continuarem mantendo seus privilégios.
O moribundo-Brasil será mantido vivo por aparelhos para que os privilegiados continuem mamando. É fato inegável. Está assim há 519 anos, morto, mas procriando. Foi assim, provavelmente continuará assim.
Antes de Bolsonaro vivíamos em um cativeiro, sequestrados pelas corporações, mas tínhamos a falsa impressão de que nossos representantes eleitos tinham efetivo poder de apresentar suas agendas.
Era falso, FHC foi reeleito prometendo segurar o dólar e soltou-o 2 meses depois, Lula foi eleito criticando a política de FHC e nomeou um presidente do Bank Boston, fez reforma da previdência e aumentou os juros, Dilma foi eleita criticando o neoliberalismo e indicou Joaquim Levy. Tudo para manter o cadáver procriando por múltiplos de 4 anos.
Agora, como a agenda de Bolsonaro não é do interesse de praticamente NENHUMA corporação (pelo jeito nem dos militares), o sequestro fica mais evidente e o cárcere começa a se mostrar sufocante.
Na hipótese mais provável, o governo será desidratado até morrer de inanição, com vitória para as corporações. Que sempre venceram. Daremos adeus Moro, Mansueto e Guedes. Estão atrapalhando as corporações, não terão lugar por muito tempo.
Na pior hipótese ficamos ingovernáveis e os agentes econômicos, internos e externos, desistem do Brasil. Teremos um orçamento destruído, aumentando o desemprego, a inflação e com calotes generalizados. Perfeitamente plausível. Claramente possível.
A hipótese nuclear é uma ruptura institucional irreversível, com desfecho imprevisível. É o Brasil sendo zerado, sem direito para ninguém e sem dinheiro para nada. Não se sabe como será reconstruído. Não é impossível, basta olhar para a Argentina e para a Venezuela. A economia destes países não é funcional. Podemos chegar lá, está longe de ser impossível.
Agradeçamos a Bolsonaro, pois em menos de 5 meses provou de forma inequívoca que o Brasil só é governável se atender o interesse das corporações. Nunca será governável para atender ao interesse dos eleitores. Quaisquer eleitores. Tenho certeza que esquerdistas não votaram em Dilma para Joaquim Levy ser indicado ministro. Foi o que aconteceu, pois precisavam manter o cadáver Brasil procriando. Sem controle do orçamento, as corporações morrem.
O Brasil está disfuncional. Como nunca antes. Bolsonaro não é culpado pela disfuncionalidade, pois não destruiu nada, aliás, até agora não fez nada de fato, não aprovou nada, só tentou e fracassou. Ele é só um óculos com grau certo, para vermos que o rei sempre esteve nu, e é horroroso.
Infelizmente o diagnóstico racional é claro: "Sell".
(Autor desconhecido)

domingo, 3 de fevereiro de 2019

The Unpredictable Rise of China - David Blumenthal (AEI)

O AEI é notoriamente conservador, no sentido clássico da palavra. Cabe ler, portanto, este ensaio com vários grãos de sal, talvez baldes de sal, pois representando o setor dos EUA que vê na China o grande rival do império americano.
Não creio, por exemplo, que:
"Beijing has viewed the United States as its chief geopolitical rival, yet official Washington has only recently awakened to this strategic competition."
Acredito no contrário: que são os EUA que veem na China o seu grande adversário estratégico, e a colocam como rival, competidora em alguma disputa pelo poder, ou mesmo um inimigo disposto a destruir as bases da supremacia americana.
A China e os dirigentes chineses querem apenas se colocar numa posição de força defensiva, e dissuasória, de maneira a que a China não seja nunca mais humilhada como ela foi desde meados do século XIX.
Mas cabe lembrar que os piores sofrimentos impostos ao povo chinês, o maior número de mortos provocado nos últimos dois séculos, foram devidos basicamente aos próprios dirigentes chineses, não inimigos externos, sem pretender minimizar as matanças impostas pelos vizinhos imperialistas, basicamente os japoneses, desde 1895, e depois em 1931 e 1937-45. A revolução Tai-Ping, em meados do século XIX, e o Grande Salto "para Trás", ordenado por aquele delirante imperador comunista, entre 1959 e 1962, provocaram, cada um, mais de 20 milhões de mortos, este último talvez 35 ou mesmo 45 milhões de mortos, por fome basicamente.
Se a China está economicamente em declínio, e politicamente sob tensão, não parece que ela venha a entrar em uma profunda crise desestabilizadora.
Em todo caso, cabe ler o ensaio de David Blumenthal.
Paulo Roberto de Almeida


The Unpredictable Rise of China

Xi Jinping seeks national rejuvenation, but his nation’s mounting power masks increased instability.

Donald Trump meets with China's Vice Premier Liu He on January 31, 2019Jim Young / Reuters
Since the end of the Cold War, Beijing has viewed the United States as its chief geopolitical rival, yet official Washington has only recently awakened to this strategic competition. But as American observers start to see China’s ambitions more clearly, they have also begun to misdiagnose the challenges they pose. Political scientists are discussing “power-transition theory” and the “Thucydides Trap,” as if China were on the verge of eclipsing the United States in wealth and power, displacing it on the world stage. There are two contradictory problems with this view.
The first is that this is not how the Chinese themselves understand their rise. When Chinese President Xi Jinping calls for Chinese to realize the “China dream of national rejuvenation,” he is articulating the belief that China is simply reclaiming its natural political and cultural importance. China is not, as was once said of Imperial Germany after its unification, “seeking its place in the sun.” Rather, it is retaking its rightful place as the sun.
The second is that it’s an open question whether China will achieve rejuvenation in the face of both a seemingly stagnating economy and party factionalism. Xi is more powerful than his predecessors, but his rule is also more fragile. The Chinese Communist Party (CCP) has long faced a crisis of legitimacy, but Xi’s transformation of China into a high-tech police state may hasten this crisis. These factors combine to make China more dangerous in the short term but also less competitive in the longer term. This means that the People’s Republic of China perceives an opportunity for “great renewal” even as it will be less powerful than was expected.
A proper diagnosis of China, then, doesn’t lead to any easy categorization: Washington will have to deal with a powerful and wealthier China that is also experiencing probable economic stagnation and internal decay. This means that the PRC sees its chance at a “great renewal” even as it will be less powerful than was expected.
Xi does not sound like the leader of a country experiencing political decay or economic stagnation. In 2012, soon after he became secretary general of the CCP and president of the People’s Republic of China, he delivered the rejuvenation speech at a historical exhibition within China’s National Museum in Beijing. The exhibit, called “Road to Rejuvenation,” highlighted China’s “century of humiliation,” from the Opium Wars to the fall of the last Qing emperor in 1911. But while the exhibit featured China’s mistreatment by foreign powers, it also conveyed another message—that China was progressing towards a rebirth.
Xi reminded his audience that the CCP had long struggled to restore China to its historic centrality in international affairs. “Ours is a great nation,” he said, that has “endured untold hardships and sufferings.” But the Communist Party, he said, had forged ahead “thus opening a completely new horizon for the great renewal of the Chinese nation.”
And China is powerful. The People’s Liberation Army (PLA) is developing its capabilities at a rapid speed, changing the balance of power in Asia to its advantage. The Institute for International Strategic Studies estimates that, since 2014, the People’s Liberation Navy has “launched more submarines, warships, principal amphibious vessels and auxiliaries than the total number of ships currently serving in the navies of Germany, India, Spain, Taiwan and the United Kingdom.” Its shipbuilding program is outpacing that of the U.S. China is also spending vast sums on breakthrough technologies like artificial intelligence, hypersonics, and robotics, which could tilt the nature of warfare to its advantage. What the PLA has achieved since the end of the Cold War will one day be compared to what Meiji Japan achieved in the decades leading up to its victory in the Russo-Japanese war.
Moreover, China’s scale alone can be daunting for smaller countries even if its geo-economics initiatives are quite as large as they seem. For example, Xi’s signature initiative, the One Belt One Road (OBOR) is not the new geo-economic order he wants it to be. Nevertheless, for its smaller, less developed recipients, OBOR is still large in scope. What might be economically insignificant for the U.S. still has large geopolitical payoffs for China.
This is all to say that even a relatively weaker China than many imagine can change geopolitics and geo-economics. And Xi may slow down China’s growth even further. He has accelerated a political change in China that has focused the party more on “Stability Maintenance” (“WeiWen”), and less on growth.
The shift from “reform and opening” to “stability maintenance” predates Xi. It began once Deng Xiaoping’s successors Jiang Zemin and Zhu Rongji finished their work of reforming the economy and securing China’s accession to the World Trade Organization in 2001. Their successors, Hu Jintao and Wen Jiabao, could not withstand the attacks on “reform and opening” from the New Left—a coalition of unreconstructed Marxists and CCP conservatives—and Hu began to reverse key economic reforms. This allowed the state sector to reassert its dominance of China’s economy.
Still, the momentum of reform and opening obscured the halt in reforms. Exports grew 30 percent per year from 2001 to 2006, following its ascension to the WTO. The Chinese economy experienced an investment, real estate, and manufacturing boom. China needed more commodities to feed its construction and investment-led strategy for growth.
This boom in the early 2000s made it seem as though China was inexorably ascendant. It boasted a massive workforce, substantial capital investment, and big state-owned enterprises scouring the earth for resources and flooding Western markets with Chinese goods. What many observers missed at the time, though, was China’s accumulation of substantial debt, largely due to bad loans and unprofitable investments. This made the economy more dependent on domestic credit to finance investment and on foreign consumption to buy the goods produced by over- and misallocated investment.
China’s new economic model of debt-financed overinvestment was worsened by the financial crisis of 2008. At the time, most U.S. observers believed that China was poised to overtake the U.S. But these policy makers missed how panicked China was during this crisis: Its global export markets dried up, so it turned to domestic credit to prime the pump. China accumulated even more debt through a massive stimulus package. The experience seems to have convinced China’s leaders that time was no longer on their side, and that they had to make some quick gains. From the financial crisis onward, China’s assertiveness reflected not a confidence in its destiny, but rather, a basic insecurity. China’s muscular assertion of territorial claims grew from its economic troubles, political fractiousness, and the implementation of the wide-ranging Stability Maintenance regime.
Xi not only inherited a weakening economy, but also a fractured political elite. As the succession from Hu Jintao was unfolding in 2012, the CCP faced one of its biggest political crises. The charismatic leader of Chongqing Province, Bo Xilai, made an independent bid for CCP leadership. The party moved fast to remove him and punish his wife for corruption and murder. In the process, it exposed to public view the extraordinary levels of corruption within the CCP’s top ranks.
Xi’s answer to the dual economic and political crisis was a ferocious anti-corruption campaign meant to purge cadres in a manner unseen since Mao Tse-Tung. The organization of this campaign strengthens the WeiWen. This mass securitization of the Chinese state began in the late 1990s and early 2000s, as the CCP became more concerned about the effects of regime change in the Caucasus, the Middle East, Serbia, Iraq, and Afghanistan on its own longevity. As the legal scholar Carl Minzner argues, WeiWen has included “the rise in the bureaucratic stature of the police, [and] the emergence of social stability as a core element of cadre evaluation mechanisms.”
Xi has turned his anti-corruption campaign into an additional tool of social and political control. He went far beyond just targeting corrupt cadre and businessmen and called for the “thorough cleanup of three undesirable work styles—formalism, bureaucratism, and extravagance.” This expanded which cadre could be “disciplined,” mostly through extrajudicial means. Now party and bureaucratic functionaries have every incentive to avoid the implementation of policies, as any action can be interpreted as falling afoul of “anti-corruption” rules.
The campaign is, by its nature, political, in that it is run by and accountable only to party organs. Xi has institutionalized this new politics by strengthening the Central Commission for Discipline Inspection (CCDI) and placing disciplinary cells throughout the party’s national and regional organs. The party then codified its mass purges with a new “National Supervision Law” appointing a commission that ranks above the Supreme People’s Court and oversees the conduct of the more than 90 million CCP members, as well as managers of state-owned enterprises, and a broad swath of institutions from hospitals to schools.
Xi has also enacted the National Security Law of 2015, to address what Xi called “the worst security environment China has ever faced.” This new law codified Xi’s extremely broad view of security, which includes everything from the seabed to the internet to space. It calls for the CCP’s “firm ideological dominance” and to continue “strengthening public opinion guidance” as well as “carrying forth the exceptional culture of Chinese nationality.” The CCP also enacted the “State Council Notice concerning Issuance of the Planning Outline for the Construction of a Social Credit System.” The Notice establishes a comprehensive database of all Chinese citizens through AI and other high-technology tools, and is grading them based on their loyalty to the CCP. The system will affect people’s applications to schools and jobs, and their access to housing and bank loans.
The new political and institutional arrangements make it very difficult for China to return to market-based reforms. Reforms require less control over the flow of information, ideas, people, and capital. Changes to the cadre-evaluation system are key as well; if cadres are evaluated on the basis of stability maintenance over hitting high-growth targets, there are fewer incentives for market reform.
These policies are not the work of a flourishing Chinese Communist Party. Quite the opposite. The party appears to feel more besieged and under threat than at any time since Tiananmen Square. And Xi has potentially further destabilized the system by crowning himself with ten titles, including head of state, head of military, general secretary of the CCP, and leader of the new “leading groups” to oversee Internet policy, national security, military reform, and Taiwan policy. He has effectively taken over the courts, the police, and all the secret internal para-military and other agencies of internal control. This means that all successes and failures are Xi’s alone. There is no doubt that he has made powerful enemies among the elites who stand at the ready to undermine him should the opportunity arise.
Despite China’s weakening economy and growing political problems, in 2012 Xi claimed the country was entering a “new horizon for the great renewal of the Chinese nation.” Xi’s speech placed the CCP firmly within the history of China’s 5,000-year-old civilization and established its purpose as continuing the struggle for China’s great renewal after the fall of the Qing Empire. The CCP had always struggled with how to address the imperial past of China, which was usually governed by a Confucian ethical and political order. Mao, for example, had led a revolution partly against the feudalism of this past order. While Xi has not abandoned Maoist tactics, he has thrown out this interpretation of history. Instead, he has presented the CCP not as revolutionary, but instead as a part of the long, continuous history of a China that has made “indelible contributions to the progress of human civilization.” Xi is thus more willing than his predecessors to highlight China’s natural geopolitical centrality.
Xi’s signature aspiration in this regard is the Belt and Road Initiative (BRI), which Chinese leaders like Wang Yi tout as advancing China’s “international standing as never before,” as “the Chinese nation, with an entirely new posture now stands tall and firm in the East.” The main goal of the BRI is to expand Chinese global political and economic networks and to secure a more active position in “global governance” without waiting for the West to give China more roles and responsibilities in existing institutions.
Yet the actual monies associated with BRI are far below what was expected. The BRI may help China diversity its energy sources, and offer a more fulsome expression of a long-standing Chinese desire to avoid encirclement by buying influence in Pakistan, Bangladesh, and Central Asia. However, the BRI will fall short of its grandiose goal of linking Asia with Europe, as China does not have the foreign-exchange reserves to invest in so many unprofitable deals. Even so, the scale with which China in coordination with its global propaganda machinery has indeed made China more central geopolitically.
As part of his effort to sell renewal, Xi has pushed to reclaim previous Qing-dynasty holdings and expand its maritime claims to secure key supply lines. Xi has built islets, militarized the South China Sea, and kept up the pressure on Japan in the East China Sea. Even as Xi oversees the mass securitization of Chinese domestic policy and directs the CCP to spend money on its continental neighbors through BRI, China has accelerated its maritime turn. Xi announced in 2012 that China is a “great maritime power” and conditioned its success in achieving the “China dream” on becoming a more global maritime power. China’s extensive maritime forces conduct daily missions to push Chinese interests in the South and East China Seas as well as around Taiwan.
Xi and Hu’s great geopolitical legacy will be that they directed China, a continental empire, whose current maps look very similar to those of the Qing, to turn to the sea. China has an area of 3,700,000 square miles and has 14 land borders more than any other country—including with Russia, India, Vietnam and Korea, all of whom have been military enemies in the 20th century. It now effectively claims the entirety of the South and East China Seas. If China were to consolidate control over these bodies of water, it would broaden its geographical expanse from the far west borders with Tajikistan to the northeast maritime reaches of Japan southward to the approaches to Indonesia. Given its continued troubles in its west and its horrifying responses to what it characterizes as Uighur and Tibetan unrest, and its continued rivalry with other states on its land borders, China’s turn to the sea may yet prove as devastating to the world as was Imperial Germany’s decision to enter into a naval competition with England. A decaying China could hasten this process for any number of reasons, including its desire to rebuild national legitimacy.
As China’s economy slows and its politics are consolidated around a new high-tech police state, the party cannot sustain all of these ambitions. WeiWen and anti-corruption efforts will exhaust the bureaucracy as the party eats its own. And Washington can make it very difficult for a continental empire to also succeed at sea. Moreover, while Xi’s political approach may have addressed the short-term crisis, it has compounded China’s political risks in the long term. Xi has done away with Deng’s institutional reforms, which maintained some stability in the CCP governance system.
China has seen many dynasties rise and fall in its history. The last empire fell for a complex set of reasons, including imperial overstretch, drawing the ire of the West, fighting back a succession of massive internal challenges including a civil war and Muslim uprising, its failure to deal with a worsening economy, foreign-policy humiliations, and the belief that the emperors had lost the “mandate of heaven” (what, in today’s terms, we would call ideological vacuity).
As policy makers and scholars stand in awe of what China has accomplished since 1978, they must also continue to examine the internal workings of the system for signs of trouble ahead. In 1993, in a special National Interest edition entitled “The Strange Death of Soviet Communism,” the scholar Charles Fairbanks warned that many had missed the Soviet Union’s long decay because they had not focused on the Soviet Union’s loss of ideological legitimacy among the Communist Party’s elite.
China today is making up for the absence of attractive political principles or ideologies by creating a new empire of fear, and offering increasingly strident appeals to an imperialist nationalism. That is not to say that China will collapse, but Xi has changed the nation’s internal dynamics. The result is a far less predictable course for the Middle Kingdom than materialist political-science theories might predict.

We want to hear what you think about this article. Submit a letter to the editor or write to letters@theatlantic.com.